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¿Dónde está el enfoque crítico en los estudios penitenciaros?

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En el transcurso de los últimos meses (2019-2020), asistí y participé en varios eventos académicos que trataban de alguna manera del sistema penal y penitenciario mexicano. Después de todo, a este tema me he dedicado desde hace muchos años. Pues resulta que, en más de una ocasión, me enojé mucho. Este enojo, que también identifico como indignación, funge ahora como un motor para la reflexión. Quisiera partir de tres eventos particulares, y sobre todo de algunas ponencias, que han despertado en mí estos sentimientos.

Por obvios motivos de confidencialidad, plantearé las características de dichos eventos sin exponer a las instituciones que los organizaron, porque creo que la responsabilidad de los contenidos es tanto de quienes exponen como de quienes organizan. Habrá quienes no coincidirán conmigo en este punto y podríamos discutirlo, pero este es el que asumo ahora. Cabe resaltar que todas las personas ponentes tienen grados académicos de maestría o de doctorado, y en su gran mayoría se desempeñan en docencia e investigación en reconocidas universidades del país.

El primer evento fue una sesión de seminario que se llevó a cabo en una de las instituciones de educación superior más prestigiosas del país. El cartel, que anunciaba a reconocidxs académicxs y un funcionario público, prometía aportes y discusiones de alta calidad. El segundo evento fue la presentación de un libro, que se realizó en la Facultad de una de las principales universidades del país, y que estuvo a cargo de académicxs y funcionarixs públicxs. El tercer evento fue un congreso internacional organizado por una institución pública de Derechos Humanos y al que acudimos mayormente miembros de la comunidad científica, estudiantes e investigadorxs.

Cada uno de estos eventos tuvo bastante éxito, si medimos este por el aforo. Calculo que entre setenta y cien personas asistieron a cada uno de ellos, desde estudiantes, profesorxs e investigadorxs, hasta comunicadorxs de distintos medios y probablemente un par de curiosxs. Es decir, oídos no faltaron. Y en efecto, el campo de los estudios penales y penitenciarios ha crecido notablemente en las ciencias sociales a lo largo de los últimos años, como lo demuestra el número creciente de publicaciones especializadas, así como los eventos académicos dedicados al tema. Adicionalmente, las políticas penitenciarias siempre son objeto de un ojo relativamente curioso e interesado de la sociedad civil, a fortiorien una ciudad y un país donde el populismo penal aparece como la respuesta idónea frente al creciente sentimiento de inseguridad y a la violencia que vivimos cotidianamente.


  • Constant C., 2018. “La materialización del poder hacia corporalidades trans en un reclusorio varonil: análisis de la violencia sexual y la violencia lingüística”, in Perrée C., Diéguez I., Cuerpos memorables, Mexico: CEMCA, 53-67.

  • Constant C., 2016. Pensar las cárceles de América Latina, Lima: IFEA, PUCP, IEP.


Indignación frente a la ausencia de crítica

Regresando a mi punto de partida, salí de estos eventos enojada, y a veces indignada. El por qué podría resumirse en pocas palabras: no existía enfoque crítico en absoluto. El funcionario público del primer evento dedicó la mayoría del tiempo que le era impartido a la proyección de un video –institucional, claro. Posteriormente, sus pocas palabras fueron dedicadas a remarcar los logros de la administración que estaba a su cargo. “Hicimos”, “logramos”, “conseguimos”… A pocos meses de haber asumido dicho cargo, este hombre nunca subrayó los retos pendientes que él y su equipo debían asumir, los cuales no son ni pocos ni menores.

Yo era parte del público. Cuando tuve oportunidad de tomar la palabra, durante la ronda de preguntas, traté de conservar un mínimo de diplomacia –soy consciente de que muchas veces mi voz y mi mirada delatan mi enojo, el cual parece no tener cabida en espacios académicos– sin dejar de preguntarle por qué no abordaba cuestiones cruciales como el encarcelamiento político y las mujeres presas por abortar. Después de todo, ambos constituían temas pendientes y fundamentales para la agenda penal y penitenciaria de la nueva administración. Obviamente no obtuve respuesta.

Paralelamente, varias ponencias recordaron que urge resolver el problema de la llamada autogestión de los presos (ver cuadro). ¿Autogestión? ¿De verás seguimos señalando este como EL problema a atender para desarmar la bomba que componen los mil problemas de las cárceles mexicanas? Lo señalo en voz alta, se me escucha atentamente, con muecas de interés y sorpresa. La imbricación de los poderes de algunos presos, personal judicial, personal penitenciario y miembros del crimen organizado, dentro (y fuera) de las cárceles, ¿acaso es una novedad? Los recientes eventos ocurridos en y alrededor del Reclusorio Sur solo lo confirman, una vez más (el 29 de enero de 2020, tres integrantes del cartel de Sinaloa escaparon del Reclusorio Sur, en la Ciudad de México, con el apoyo del personal de seguridad).

El concepto de autogestión se ha hecho muy popular para designar la gestión de las cárceles por los presos, por encima del personal penitenciario de seguridad y administrativo. Andrés Antillano lo define a partir de un desplazamiento del Estado, aunque exista complementariedad y comunicación entre presos e instancias estatales. En el contexto mexicano, hace una década, Herlinda Enríquez Rubio distinguía tres sistemas normativos dentro de las cárceles mexicanas: el del Derecho penitenciario, el de los presos y el de los custodios. En la actualidad, argumento que el panorama ha cambiado, por lo cual podemos hablar de una “ley interna”, resultado de la imbricación de las normas de la cotidianidad carcelaria, los actores del crimen organizado y las fuerzas estatales.


  • Constant C., 2020, “Ley interna y violencia transfóbica en una cárcel mexicana”, in L. Núñez L., coord., Feminismos, Justicias y Derechos frente al Neoliberalismo, Mexico: CIEG-UNAM, en prensa.

  • Antillano A., 2015, “Cuando los presos mandan: control informal dentro de la cárcel venezolana” Cuaderno Venezolano de Sociología, 24(4), 16-39.


También formaba parte del público en el evento durante el cual se presentó el libro. De la misma forma, me pareció grosero -y sopeso mi palabra- escuchar en la boca de una funcionaria pública que a los presos les brillan los ojos de agradecimiento cuando les entregan insumos médicos de primera necesidad, como muletas o lentes. ¿De verdad les brillan los ojos de gratitud? ¿Será entonces que se logró disciplinarlos de tal manera que besaran la mano de su verdugo? Cuando expuse públicamente mi duda al respecto, buscando que la funcionaria, o en su defecto su superior jerárquico, que también se encontraba en la mesa, matizaran sus palabras, no conseguí el efecto deseado.

En ambos eventos, una de las cosas que me sorprendió fue que, por más que se encontraran otros especialistas del tema penitenciario en la asamblea, nadie planteó comentarios ni preguntas en mi sentido. Obviamente ello me hizo reflexionar. ¿Qué visión tengo? ¿Qué sesgos me atraviesan? La respuesta que se venía vislumbrando se confirmó durante el tercer evento.

En este último, éramos cinco académicxs, siendo una de ellas una compañera que conozco desde hace varios años y con quien comparto perspectivas teórico-metodológicas feministas. Contar con su presencia a mi lado me permitió sentir que no era un bicho raro en la mesa, o no totalmente al menos… Durante las tres primeras ponencias, que no fueron las nuestras, intercambiamos miradas cómplices, así como plática a posteriori: los bichos raros éramos dos. No por abordar la prisión desde el género ni por hablar de sexualidad, no por explicitar que entender la sexualidad no solo es hablar de coito ni que analizar desde el género no equivale a hablar de mujeres, sino porque nos quedamos aterradas por algunas propuestas y puntos de comparación que plantearon las colegas. Cambiemos el tema del hacinamiento por favor, sabemos que es una realidad y en ningún caso una novedad para compartir con el público.

Por favor, dejemos de comparar el sistema penal y penitenciario mexicano con el de Suecia o Japón. Por favor, no hagamos ningún llamado para que el personal a cargo de la impartición de justicia tome cursos básicos de criminología para entender por qué ciertos sujetos delinquen. ¿En qué época nos encontramos? ¿Acaso no se ha molido mucho grano ya para demostrar las fallas, incoherencias y no-lugar-de-ser de las comparaciones sur-norte o de la criminología tradicional? Lo que fundamentalmente causó mi enojo con lxs funcionarixs públicxs desembocó en una franca indignación hacia mis colegas: ¿dónde está el enfoque crítico? Evidentemente, brilla por su ausencia.

Responsabilidades éticas desde las ciencias sociales

¿Para qué acuden representantes de instituciones públicas a la academia? Para publicitarse, parece ser la única respuesta convincente cuando miro atrás y recuerdo estos eventos. Para vender su pescado, como diría un amigo. Pero entonces me pregunto, ¿por qué y para qué nosotrxs, científicxs sociales, compartimos estos espacios? Buscamos abrir nuestro pequeño mundo científico, entablar diálogos entre nuestro universo y el ámbito público, lo cual me parece constituir una de nuestras responsabilidades –aparte de representar uno de los mandatos de las instituciones que rigen, delinean y financian la investigación científica.

Es decir, si sabemos que el personal de las instituciones públicas no nos lee –ni en diagonal–, que nuestro conocimiento y diagnósticos con suerte serán sobrevolados alguna vez por alguna burocracia, la cual interpretará nuestras palabras a su manera –muchas veces errónea y sesgadamente–, entonces busquemos que de alguna manera escuchen nuestra voz. ¿Seré ingenua? ¿Utopista? Si no, ¿tendríamos que hacerles el juego, porque evidentemente muchxs científicxs sociales dependemos de ellxs para nuestra sobrevivencia? La respuesta es un no contundente. No tenemos que hacerle el juego a ninguna institución pública, porque nuestra responsabilidad radica en la construcción de conocimientos desde una perspectiva ante todo ética. Y en temas como el penitenciario, esta ética no puede existir sin enfoque crítico.

Las prisiones del mundo en general y de México en particular atraviesan una “crisis”, dicen algunxs expertxs. Hacinamiento, violencia, reincidencia… ¿Ha cambiado mucho la situación desde que las prisiones se crearon? ¿Cómo podemos entender las realidades carcelarias actuales, con sus particularidades contextuales? ¿Qué propuestas permitirían no repetir los errores de las políticas públicas en la materia? Finalmente, ¿acaso la “reinserción social” como razón de ser de las cárceles no constituye un pretexto para el mantenimiento de una institución que solo justifica nuestra imposibilidad para gestionar un conjunto de problemas sociales?

Esta y muchas preguntas más podrían formularse desde el campo de los estudios penitenciarios. Ahora bien, analicemos, aclaremos, debatamos, discutamos… ¡y con perspectiva crítica! Al fin, por algo tenemos experiencia y método ¿no?


  • Núñez Rebolledo L., 2019, “El giro punitivo, neoliberalismo, feminismos y violencia de género”, Política y Cultura, 51, 55-81.

  • Romero V., 2017, Sexualidades recluidas. Deseos clandestinos. Género, sexualidad, violencia y agencia en situación de reclusión, Tesis de Doctorado, El Colegio de México.

  • Sozzo M., 2015, ¿Más allá del neoliberalismo? Cambio político y penalidad en América del Sur, Cuadernos del Pensamiento Crítico Latinoamericano, 23.


Quelle approche critique dans les études sur les prisons ?

Cet article est une réflexion critique sur les études carcérales et pénitentiaires réalisées et diffusées au Mexique. A partir de trois événements scientifiques consacrés à la prison qui se sont tenus en 2019 et 2020, l’auteure analyse les discours et les positions de chercheur-e-s et fonctionnaires pour démontrer la prédominance d’un discours rabâché, consensuel et qui manque cruellement de perspective critique.


Crédits images en CC : Publicdomainvectors.org, Pixabay pixsila, Republica 


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